jueves, 28 de julio de 2011

CACHORROS

Esta semana los cachorros del PSOE de Granada nos han ofrecido una muestra burda de manipulación, haciendo un montaje y un comunicado infame, tergiversando el sentido de unas declaraciones de la concejal de UPyD en el Ayuntamiento de la capital granadina, Mayte Olalla, sobre la conveniencia de retirar un busto de Primo de Rivera de una plaza.

No me interesa la memoria histórica. Se trata de un asunto que no quita el sueño a los que formamos parte de UPyD,  a los que nos preocupa el futuro, no el pasado, y en el que la posición del partido está más que asentada, sólo hay que tirar de hemeroteca.

Sí me gustaría en cambio reflexionar sobre los cachorros políticos: Nuevas Generaciones, Juventudes Socialistas, Segi, Joventut Nacionalista de Catalunya, Unió de Joves, Euzko Gaztedi…, todos tienen en común haberse convertido en el instrumento gamberro de sus mayores (aunque ciertamente en el caso de Segi, el gamberrismo es preferible a la madurez). No es la primera vez que nos sirven tazas de provocación, caricaturas vergonzantes de las dos españas o exageradas tribulaciones maniqueas, formando parte de la maquinaria del marketing político.

Fue precisamente en la presentación pública de Mayte Olalla como candidata a la alcaldía de Granada, que tuve el honor que ella me pidiera hacer hace unos meses, cuando al referirme a las diferencias de UPyD con el resto de fuerzas políticas, se me ocurrió decir que una de ellas es que no tenemos juventudes como cuerpo orgánico dentro del partido, que tenemos jóvenes, pero que trabajan integrados y como todos los afiliados, y dije o quise decir que eso de las juventudes, ya inventadas con éxito por los fascistas italianos, alemanes o españoles, me parecía que no podía traer nada bueno, sólo una visión sectaria de la política. Un amigo no tardó en afearme la conducta, haciéndome saber que la comparación había sido muy desafortunada.

No creo que fuera desafortunada. Evidentemente es obvio que nada tienen que ver las Nuevas Generaciones del PP o las Juventudes Socialistas, con las Hitlerjugend nazis o las Juventudes Fascistas Italianas, como nada tienen que ver el PP o el PSOE de hoy con el Partido Nacionalsocialista Alemán o con el Partido Nacional Fascista Italiano de aquellos años, pero lo que nadie podrá negarme es que la función de adoctrinamiento y adiestramiento precoz que el cuerpo de juventudes desempeña en los partidos democráticos actuales es la misma, ampliada, que tenían en aquellos. En España afortunadamente aún no hemos llegado a montar, aunque todo se andará, engendros monstruosos como la organización "Nashi" ("Nosotros"), movimiento juvenil apadrinado por presidente ruso Vladimir Putin, y que se reúne cada año en un campamento juvenil a 200 millas de Moscú donde asisten más de 10.000 jóvenes uniformados que se implican durante dos semanas en charlas, seminarios y ejercicios físicos. O sea, lo más parecido a las juventudes hitlerianas que ha brotado bajo el sol de la vieja Europa.

(http://www.elpais.com/articulo/ultima/Putin/prepara/frente/juventudes/elpepuint/20070726elpepiult_1/Tes)

No estoy descubriendo nada nuevo: todas las organizaciones, más o menos sectarias, las que tienen en sí mismas una razón de ser, la entidad suficiente y la voluntad de perpetuarse en el tiempo, recurren al proselitismo y captación de fieles en las etapas tempranas del desarrollo intelectual de éstos. Tras un intenso baño de ideologización, apuntalado por nobles objetivos compartidos y sencillas estrategias de refuerzo del sentimiento de unidad y grupo (véase lo que hacen maestros de esta técnica como el Opus Dei u otras instituciones o movimientos católicos, o sin ir más lejos, véase la propia página web de las JJSS de Granada, en la que nos muestran sus actividades solidarias, deportivas y recreativas –¡qué bien que nos lo pasamos...!- ), hay dos posibles resultados diametralmente opuestos: el abandono inmediato cuando salta el resorte del librepensamiento y la independencia en los que lo tienen, o un soldado entregado a la causa para toda la vida.

Porque entregados para toda la vida a su causa partidista están muchos ministros o el propio presidente, que no han hecho en su vida otra cosa que militar. ¿Cómo podemos esperar de José Luis Rodríguez Zapatero, Leyre Pajín, José Blanco, Bibiana Aido, Soraya Saez de Santa María o Mª Dolores de Cospedal, por citar sólo algunos, que tengan visión de Estado apartidista, libre y objetiva? Todos tienen en común haber pasado por los viveros de sus partidos a tempranísimas edades, haber recibido la semilla y el riego adecuados, y haber sido trasplantados a nuestra sociedad para formar parte de una casta política que tiene muy claro sus intereses. Es cierto que algunos de los ejemplos citados son brillantes profesionales que además acabaron con éxito sus estudios y ganaron duras oposiciones en libre competencia, aunque otros no lo necesitaron (ya lo dijo Blanco en una ocasión, “el mejor máster y carrera es el que he cursado en la casa socialista”, y se quedó tan ancho).

Y digo lo de las funciones ampliadas porque además del viejo adoctrinamiento ideológico generador de fieles, los partidos han descubierto una interesantísima misión para sus cachorros: actuar con patente de corso para el mal gusto, la provocación insana, la agitación y la kale borroka. La fiebre juvenil, los niveles elevados de testosterona y la insensata candidez, bien sirven de disculpa a estos atolondrados jóvenes (¡qué simpáticos!), para hacer lo que sus mayores no se atreven por aquello de la corrección y las formas.

No creo que nadie me pueda convencer de que no es más sano llegar a la política después de haber pasado por la vida, o por una buena parte de la vida, después de haber recorrido cierto mundo, haberse demostrado a si mismo que se sirve para algo, haber sufrido los sinsabores y disfrutado las alegrías que nos deparan los años, llegar en ese momento en el que uno pueda leer Público y La Gaceta, El País o El Mundo, con una sonrisa, sabiendo lo que se lee. Ser libres es tan difícil como necesario, y en la política española deberíamos considerarlo casi una emergencia nacional.

miércoles, 20 de julio de 2011

Y SIN EMBARGO TE QUIERO…

Nace este post como reflexión abierta acerca de las palabras de Gonzalez hace unos días, cuando dijo y se quedó tan ancho, que él no simpatizaba con el PSOE, que no era simpatizante, pero que era su partido y por tanto militante, o algo así. Incluso reconoció lo paradójico del asunto, pues suele haber simpatizantes que no militan, pero difícilmente lo contrario.

El comentario de González, que debe ser alabado en cuanto a lo que de arrebato de sinceridad tiene, nos muestra desnuda y sin tapujos una realidad que todos intuimos, pero que no llegamos a comprender cuán grave es para nuestra democracia: los partidos han dejado de ser instrumentos y han pasado a ser fines en sí mismos.

Lo que ha dicho el expresidente, ese que cuando acabó su mandato acosado por las revelaciones de El Mundo sobre los GAL, muchos pensamos que había sido el peor presidente posible (ingenuos de nosotros, lo que vendría después…), es muy grave. Es muy grave porque aquellos aspectos de la política del PSOE actual que hacen que este señor “no simpatice”, no son escarceos, ni errores de cálculo, ni humanas equivocaciones. Se trata de un rumbo perfectamente establecido, avalado explícita o implícitamente por todo el partido, que ha llevado a España a una crisis institucional y política impredecible hace unos años. La puesta en cuestión de principios esenciales de la organización territorial, del espíritu y la letra de la Constitución, el revisionismo cuando no revanchismo insensato y mezquino de los pactos de la transición, la entrega a los que no creen en el Estado de cotas de poder que ni soñaban, el desmantelamiento del Estado (y no es alarmismo “intereconómico”, la política en materia de aguas, costas, privilegios fiscales, entre otros son hechos objetivos) y sobre todo la renuncia a la defensa de solidaridad entre ciudadanos (este gobierno ha permitido los parados vascos tengan derecho a un subsidio mayor que los del resto del Estado, ha permitido que la calidad de los servicios sanitarios se haya distanciado como nunca entre comunidades autónomas, ha permitido que la educación pueda llegar a ser utilizada como un instrumento a favor de la desigualdad, ha permitido que se instale en parte de la sociedad de ciertas regiones el terrible pensamiento de que solos irían mejor, que el resto del Estado no es más que un lastre a su desarrollo...), no se pueden calificar de errores subsanables y sin importancia.

No seremos conscientes del daño que ha hecho este gobierno y el partido que lo ha sustentado hasta que no podamos verlo con la distancia suficiente, y anoto que no me he referido en ningún momento a la brutal crisis económica, pues no es necesario recurrir a ella para ilustrar el desastre.

Siendo justos, sí que ha habido una excelente consecuencia derivada de la deriva iniciada por el PSOE en esta legislatura y la pasividad cómplice y resultadista del PP: lo mejor que ha pasado en estos años, ha sido el nacimiento de Unión, Progreso y Democracia. Nacimiento basado en sólidos principios, en una necesidad real, natural, no artificial, en cuyo éxito han tenido responsabilidad muchas personas, pero en el que sin duda una de las piezas clave la ha constituido, Rosa Díez, que nunca entendió un partido como otra cosa que no fuera un instrumento, no entendió que el PSOE hubiera dejado de serlo, y no entendería a UPyD de otra forma.

Rosa no puede militar sin simpatizar. En UPyD nadie puede militar sin simpatizar. Podemos disentir de una decisión puntual, de una parte de nuestras propuestas políticas, pero ¿cómo vamos a no simpatizar con una organización política que hemos creado para regenerar la democracia, para cambiar las cosas, y mejorar la igualdad y la felicidad de los ciudadanos, no para alimentar egos personales ni estómagos agradecidos? Es manifiestamente imposible ser afiliado de UPyD y no simpatizar con UPyD. Lo de militar lo dejamos para otros.

Señor González, es muy grave lo que ha dicho, lo que piensa y lo que siente. No sería razonable que un aficionado del Betis o del Atlético de Madrid dejara de serlo ante años de mal juego, falta de títulos o mala gestión de los clubs; el fútbol es pasión, y como otros amores, se puede militar, peregrinar, adorar, sin "simpatizar" racionalmente. Pero la política es algo más serio. Nos estamos jugando mucho, no nos podemos permitir síndromes de Estocolmo, ni “sin embargos te quiero”…

Y la verdad es que cada vez que lo pienso más valor le doy a la decisión que tomó Rosa en 2007. No hay más que ver la creciente cantidad de ilustres socialistas críticos, a la que usted se ha unido recientemente (J. Leguina, N. Redondo, J. C. Rguez. Ibarra, J. Sevilla…), tan críticos como los miembros de UPyD o más con el gobierno, pero eso sí aferrados al tótem centenario, a la nostalgia de Don Pablo, a los nobles orígenes de ese edificio gris y sin ventanas lleno de funcionarios del negociado de sueños dentro de un orden en que se ha convertido esa casa.


lunes, 11 de julio de 2011

LA ARISTOCRACIA COMO QUIMERA

Estamos hartos de oír que la democracia es el menos malo de todos los sistemas políticos. Esta aseveración, no por incierta, nos suele llevar a un conformismo que permite justificar todos sus vicios y defectos.

La democracia no es un sistema ni un estado conseguido, sino un camino. Nunca será suficientemente buena, siempre existirán aristas que pulir, cuestiones por resolver. La sociedad democrática que renuncia a la mejora continua, que entra en la indolencia, que decide tener bastante con lo posible, estará en la mejor senda para dejar de ser democrática.

En España hace tiempo que abandonamos ese camino, camino que quizá nunca emprendimos porque nuestra democracia, aunque no se puede decir que nos fuera del todo regalada, quizá tampoco costó lo suficiente. Quizás nos ha pasado como a los que encuentran la riqueza heredada, y no fruto del esfuerzo y trabajo de toda una vida, que por no valorar adecuadamente lo que tienen, acaban dejándolo escapar entre las manos, dilapidándolo. Sería injusto no reconocer el sacrificio de muchos durante los 40 años de franquismo y el esfuerzo de otros tantos durante la transición, pero lo cierto es que la inmensa mayoría de la sociedad esperó sentada, ocupada en sus quehaceres, el devenir en lo que hoy llamamos democracia.

Quizá por eso la democracia española es débil e imperfecta, manifiestamente mejorable. Y no me refiero a la injusta ley electoral, que por supuesto es un patente reflejo de un vicio oculto, que nos tiene indignados a una mayoría de ciudadanos. Tampoco me refiero a la partitocracia asfixiante y monolítica que de ella se deriva y la falta de pluralidad que acarrea. No me refiero a la escasa calidad democrática con la que necesariamente hay que definir a un sistema en el que el poder judicial no es independiente. Tampoco a la que se deriva de constatar que ni el cuarto poder, los medios de comunicación, están a la altura de una sociedad democrática y plural, obligándonos a clasificarlos como prensa oficial o prensa concertada. La prensa libre, como los partidos libres, como los ciudadanos libres, como las rarezas botánicas, existen, pero en reductos de difícil acceso y en claro peligro de extinción.

Cuando digo que la democracia española es débil e imperfecta, lo hago desde el convencimiento de que todas estas situaciones no son más que el inevitable reflejo de una sociedad de pobre cultura democrática. Una sociedad de escasa educación democrática, que no se siente dueña de su futuro, que ha caído en el fatalismo, en el convencimiento de que nada puede hacerse, una sociedad que no se siente protagonista, ni responsable, que no se siente concernida, y lo que es peor, que como la mujer maltratada, ha perdido su autoestima, que sólo atina a justificar a su maltratador y buscar su escape y sosiego en las vidas ajenas (el éxito de la telebasura y la prensa rosa no puede tener otra explicación).

Cuando digo que la democracia española es débil e imperfecta, lo digo porque ésta también es una sociedad históricamente enferma, una sociedad en la que lo común, lo público, no es de todos, sino de nadie (véase el mobiliario urbano y la limpieza de cualquier espacio público ibérico); el honrado es “tonto”, el que no aprovecha la oportunidad que le brinda el despiste del conciudadano es un inadaptado; el “pillo” no sólo lo es sino que presume de serlo, en la confianza de que a su alrededor encontrará reconocimiento, no reproche. Una sociedad en la que el autor del pelotazo, el éxito fácil, el estafador, el “listo”, es admirado.

La tarea que le queda a UPyD por tanto es enorme. No se trata de conseguir más votos, sino de hacer despertar a la sociedad y reeducarla. No podremos regenerar la democracia sin estar dentro de las instituciones, y no podremos estar dentro de las instituciones si no mantenemos una permanente actitud pedagógica, si abandonamos nuestra alma de movimiento social, de avivadores de conciencias.

No es posible una democracia sana sin educación, que es sin duda el talón de Aquiles de cualquier democracia: nunca el gobierno de la mayoría será bueno, si la mayoría no cuenta con la suficiente formación, actitud crítica, capacidad reflexiva…. Es por ello por lo que para UPyD la educación es tan importante, posiblemente lo más importante.

Nuestra democracia será mejor cuanto más se parezca a esa aristocracia ideada por los clásicos: ese “gobierno de los mejores”, en su sentido etimológico. “Mejores” que la mayoría debería ser capaz de reconocer y elegir democráticamente. Evidentemente ya no son los mejores los guerreros que dieron origen a la aristocracia feudal, pero sí deberíamos ser capaces de distinguir a los mejores de nuestros días, o al menos capaces de filtrar a los malos. La empresa privada dispone de los mecanismos para seleccionar a los primeros y evitar a los segundos. Una corporación privada no se puede permitir el lujo de colocar en un puesto de responsabilidad a un miembro o “miembra”, joven, inexperto, mujer por el hecho de serlo u hombre por el hecho de serlo. Esta sociedad de escasa cultura democrática se ha habituado y acepta el hecho de que los partidos políticos dispongan en puestos públicos de enorme responsabilidad a personas cuya única experiencia vital ha sido medrar en el partido, trabajar por y para el partido sin haber demostrado su eficacia para “buscarse la vida”, sin dominar ninguna disciplina, sin la capacidad demostrada de aportar algo a la sociedad, sin otra habilidad conocida que la lealtad a la “secta”. No pondríamos nuestras vidas en manos de curanderos, ni nos fiaríamos de puentes diseñados por abogados, no dejaríamos nuestra defensa jurídica a un ingeniero o la educación de nuestros hijos a cargo de carniceros, pero no nos importa que el gobierno pueda estar en manos de cualquiera…, sin duda paradójico.

Alguien dirá que esa es la grandeza de la democracia. Quizá, pero no olvidemos que esa misma “grandeza” alzó al poder a Hitler, o sin llegar a esos extremos puso a Bush junior, a Berlusconi o a Zapatero al frente de naciones, al difunto Jesús Gil al frente de un ayuntamiento, o a Bildu al frente de otros muchos…. Más vale que no cejemos en la tarea de perfeccionar la democracia, por la cuenta que nos trae.