lunes, 11 de julio de 2011

LA ARISTOCRACIA COMO QUIMERA

Estamos hartos de oír que la democracia es el menos malo de todos los sistemas políticos. Esta aseveración, no por incierta, nos suele llevar a un conformismo que permite justificar todos sus vicios y defectos.

La democracia no es un sistema ni un estado conseguido, sino un camino. Nunca será suficientemente buena, siempre existirán aristas que pulir, cuestiones por resolver. La sociedad democrática que renuncia a la mejora continua, que entra en la indolencia, que decide tener bastante con lo posible, estará en la mejor senda para dejar de ser democrática.

En España hace tiempo que abandonamos ese camino, camino que quizá nunca emprendimos porque nuestra democracia, aunque no se puede decir que nos fuera del todo regalada, quizá tampoco costó lo suficiente. Quizás nos ha pasado como a los que encuentran la riqueza heredada, y no fruto del esfuerzo y trabajo de toda una vida, que por no valorar adecuadamente lo que tienen, acaban dejándolo escapar entre las manos, dilapidándolo. Sería injusto no reconocer el sacrificio de muchos durante los 40 años de franquismo y el esfuerzo de otros tantos durante la transición, pero lo cierto es que la inmensa mayoría de la sociedad esperó sentada, ocupada en sus quehaceres, el devenir en lo que hoy llamamos democracia.

Quizá por eso la democracia española es débil e imperfecta, manifiestamente mejorable. Y no me refiero a la injusta ley electoral, que por supuesto es un patente reflejo de un vicio oculto, que nos tiene indignados a una mayoría de ciudadanos. Tampoco me refiero a la partitocracia asfixiante y monolítica que de ella se deriva y la falta de pluralidad que acarrea. No me refiero a la escasa calidad democrática con la que necesariamente hay que definir a un sistema en el que el poder judicial no es independiente. Tampoco a la que se deriva de constatar que ni el cuarto poder, los medios de comunicación, están a la altura de una sociedad democrática y plural, obligándonos a clasificarlos como prensa oficial o prensa concertada. La prensa libre, como los partidos libres, como los ciudadanos libres, como las rarezas botánicas, existen, pero en reductos de difícil acceso y en claro peligro de extinción.

Cuando digo que la democracia española es débil e imperfecta, lo hago desde el convencimiento de que todas estas situaciones no son más que el inevitable reflejo de una sociedad de pobre cultura democrática. Una sociedad de escasa educación democrática, que no se siente dueña de su futuro, que ha caído en el fatalismo, en el convencimiento de que nada puede hacerse, una sociedad que no se siente protagonista, ni responsable, que no se siente concernida, y lo que es peor, que como la mujer maltratada, ha perdido su autoestima, que sólo atina a justificar a su maltratador y buscar su escape y sosiego en las vidas ajenas (el éxito de la telebasura y la prensa rosa no puede tener otra explicación).

Cuando digo que la democracia española es débil e imperfecta, lo digo porque ésta también es una sociedad históricamente enferma, una sociedad en la que lo común, lo público, no es de todos, sino de nadie (véase el mobiliario urbano y la limpieza de cualquier espacio público ibérico); el honrado es “tonto”, el que no aprovecha la oportunidad que le brinda el despiste del conciudadano es un inadaptado; el “pillo” no sólo lo es sino que presume de serlo, en la confianza de que a su alrededor encontrará reconocimiento, no reproche. Una sociedad en la que el autor del pelotazo, el éxito fácil, el estafador, el “listo”, es admirado.

La tarea que le queda a UPyD por tanto es enorme. No se trata de conseguir más votos, sino de hacer despertar a la sociedad y reeducarla. No podremos regenerar la democracia sin estar dentro de las instituciones, y no podremos estar dentro de las instituciones si no mantenemos una permanente actitud pedagógica, si abandonamos nuestra alma de movimiento social, de avivadores de conciencias.

No es posible una democracia sana sin educación, que es sin duda el talón de Aquiles de cualquier democracia: nunca el gobierno de la mayoría será bueno, si la mayoría no cuenta con la suficiente formación, actitud crítica, capacidad reflexiva…. Es por ello por lo que para UPyD la educación es tan importante, posiblemente lo más importante.

Nuestra democracia será mejor cuanto más se parezca a esa aristocracia ideada por los clásicos: ese “gobierno de los mejores”, en su sentido etimológico. “Mejores” que la mayoría debería ser capaz de reconocer y elegir democráticamente. Evidentemente ya no son los mejores los guerreros que dieron origen a la aristocracia feudal, pero sí deberíamos ser capaces de distinguir a los mejores de nuestros días, o al menos capaces de filtrar a los malos. La empresa privada dispone de los mecanismos para seleccionar a los primeros y evitar a los segundos. Una corporación privada no se puede permitir el lujo de colocar en un puesto de responsabilidad a un miembro o “miembra”, joven, inexperto, mujer por el hecho de serlo u hombre por el hecho de serlo. Esta sociedad de escasa cultura democrática se ha habituado y acepta el hecho de que los partidos políticos dispongan en puestos públicos de enorme responsabilidad a personas cuya única experiencia vital ha sido medrar en el partido, trabajar por y para el partido sin haber demostrado su eficacia para “buscarse la vida”, sin dominar ninguna disciplina, sin la capacidad demostrada de aportar algo a la sociedad, sin otra habilidad conocida que la lealtad a la “secta”. No pondríamos nuestras vidas en manos de curanderos, ni nos fiaríamos de puentes diseñados por abogados, no dejaríamos nuestra defensa jurídica a un ingeniero o la educación de nuestros hijos a cargo de carniceros, pero no nos importa que el gobierno pueda estar en manos de cualquiera…, sin duda paradójico.

Alguien dirá que esa es la grandeza de la democracia. Quizá, pero no olvidemos que esa misma “grandeza” alzó al poder a Hitler, o sin llegar a esos extremos puso a Bush junior, a Berlusconi o a Zapatero al frente de naciones, al difunto Jesús Gil al frente de un ayuntamiento, o a Bildu al frente de otros muchos…. Más vale que no cejemos en la tarea de perfeccionar la democracia, por la cuenta que nos trae.

1 comentario:

guille dijo...

Magnífico artículo Paco. Hoy debatiendo en mi facebook sobre igualdad con la Plataforma Violencia Cero, pegue esto: Me quedo con unas palabras de Michelle Bachelet, directora ejecutiva de ONU Mujeres, en una entrevista. Al ser preguntada si sigue siendo revolucionaria, ella contesta: "Para mí, revolución es educar; revolución es la capacidad de no quedarse apoltronada en el sillón, o atornillada en un cargo, sino replantearse permanentemente adónde vamos y si lo estamos haciendo bien, con sentido autocrítico y sin que eso suponga inseguridad. En ese sentido, yo siempre voy a estar por mejorar las cosas, nunca voy a creer que no hay cambio posible"