miércoles, 28 de diciembre de 2011

POLÍTICA Y MADUREZ


Solemos criticar el escaso nivel de la clase política española, la abundancia de jóvenes sin oficio ni beneficio que se instalan en los partidos desde tempranas edades y hacen carrera política de espaldas a la sociedad a la que dicen querer servir. Solemos lamentar que el político que en su vida no ha hecho otra cosa que medrar en su partido, que es cooptado por la política, difícilmente podrá aportar nada a la sociedad, porque nada sabe. Solemos lamentar vernos gobernados por personas que no han tenido la necesidad de superar una entrevista de trabajo, un mínimo proceso de selección.

Hemos criticado duramente (nadie mejor que Sostres el provocador http://nihilobstat2.blogspot.com/2011/12/adios-leire-adios.html), las ocurrencias del anterior presidente del gobierno al confiar puestos de enorme responsabilidad a personas sin trayectoria vital, sin experiencia, jóvenes sin mayores logros en sus alforjas que haber pasado por una o dos ocupaciones intrascendentes auspiciadas por su partido. Su frivolidad pasará a los anales de la historia política española, aunque no ha sido el único en labrar ese cultivo.

Frente a ello, el porcentaje de altos ejecutivos de grandes empresas menores de 50 años es muy pequeño. La experiencia es un elemento muy valorado en el mundo empresarial, ese mundo que no se puede permitir el lujo de no tener al mejor, ni mucho menos mantener a un inútil en un puesto trascendente.

Pero ocurre que pocas veces reparamos en una cuestión: en política abundan los ganapanes indocumentados, entre otras cosas porque los que valen más prefieren dedicarse a otros oficios. Bien es cierto que las cotas de desprestigio social a las que ha llegado la política parecen inverosímiles, y en buena parte ayudan a ello, pero no lo es menos que la realidad es tozuda: el espacio libre que deciden no ocupar los profesionales capaces lo aprovecharán indefectiblemente aquellos que jamás ocuparían lugar alguno en ámbitos de mayor exigencia profesional.

Algunos como Manuel Pizarro o Manuel Pimentel ejemplifican perfectamente al profesional escaldado tras intentar pasar por la política. Ellos y algún otro saben mejor que nadie que los valores que acompañan al éxito en el ejercicio profesional privado, pueden no servir para nada en la selva de conspiraciones, enjuagues, supercherías y apariencias en que se ha convertido la ocupación más noble del mundo.

Estas evidencias no deberían precaver a otros. Si existe una mínima esperanza de reconducir la situación, de regenerar la política y dignificar el servicio público, ésta vendrá de la mano de otros que den el paso. Y este paso lo deberían dar personas que ya hayan pasado por la vida, que ya hayan demostrado a los demás y a sí mismos de qué son capaces.

Una vida profesional media abarca alrededor de los 40 años, aproximadamente entre los 25 y los 65. Es razonable pensar que sería ideal que el último cuarto de esta vida profesional, entre los 55 y los 65 debería ser reservado para la política; cuando llega ese momento de devolver a la sociedad aquello que ésta nos ha prestado; cuando llega el momento y, si se busca, la oportunidad de aportar conocimiento, experiencia, sabiduría; cuando ya no hay que demostrar nada a nadie; cuando los hijos están empezando una vida independiente y la carga familiar es menor; cuando la hipoteca está pagada; cuando el éxito económico y también las necesidades materiales pasan a un segundo plano…

Nos podremos seguir quejando del escaso nivel de nuestra clase política, pero no olvidemos que la corresponsabilidad la tienen todos esos excelentes profesionales que en el mundo de la judicatura, la universidad, la empresa, la sanidad…, prefieren seguir viendo los toros desde la barrera y criticando a los imberbes.

2 comentarios:

José Sánchez Caparrós dijo...

Me parece un artículo extrardinario y que tienes toda la razón pero, yo como ya me encuentro en esa edad de la que hablas, he de decir que a estas edades no estamos dispuestos a perder el tiempo dismintiendo las falacias, que dicen algunos jóvenes, para quitarnos de enmedio, porque yo soy de los que piensas que tan mezquino es el que las dice como el que se las cree, sin buscar la verdad.

Un abrazo Paco y sigue siendo como eres.

Francisco José González dijo...

Gracias Pepe. Coincido contigo en que no merece la pena perder el tiempo defendiéndonos de falacias malintencionadas, pero si merece la pena seguir el camino empezado y no echarse a un lado nunca si tenemos claro que es el adecuado. Sobre todo teniendo la conciencia tranquila, que le quita mucho peso a nuestro caminar.