Susana Díaz
dijo el pasado sábado a raíz del anuncio de Unión Progreso y Democracia de que
el gobierno socialista de Asturias se quedaba en minoría por romper el pacto de
legislatura suscrito, lo siguiente:
"Las
reglas de juego en este país se tienen que decidir siempre entre todos y una
mayoría no reforzada no puede imponer esas reglas de juego al conjunto de los
demócratas".
El pacto
firmado entre la Federación Socialista Asturiana y UPyD comprometía la reforma
electoral si había una mayoría reforzada, y en este caso con 3 de los 5
partidos con representación en la cámara asturiana, esta mayoría hubiera estado
garantizada, de no existir un pacto mucho más sólido que el firmado por los
socialistas asturianos con UPyD, el pacto tácito que PP y PSOE tienen suscrito
desde los albores de nuestra democracia, que viene a decir: "hagamos como que
disentimos, debatamos en ciertos terrenos y con ciertos márgenes, pero
respetemos una serie de líneas rojas: no toquemos una ley electoral que blinda el
bipartidismo, no toquemos un sistema judicial politizado e intervenido, con las
cuotas que en cada momento podamos negociar en base a la fuerza electoral
circunstancial de cada uno, no toquemos una administración autonómica, provincial y local que
nos permita alimentar nuestras respectivas redes clientelares internas y
externas…", entre otros.
Pero lo que la
presidenta andaluza ha querido decir de facto es que el Acuerdo por
Andalucía que firmaron PSOE Andalucía e IULV-CA en abril de 2012 es papel
mojado y no piensa cumplirlo.
Ese pacto, de
gobierno, no de apoyo para de legislatura como el asturiano, dice en su página
26:
Abordaremos la
reforma de la Ley Electoral al objeto de mejorar la proporcionalidad en la
representación parlamentaria, a cuyo fin constituiremos un Grupo de Trabajo que
determine las posibilidades y límites de dicha reforma en el segundo periodo de
sesiones.
Es decir,
Susana Díaz, que considera que “una mayoría no reforzada no puede imponer
las reglas de juego al conjunto de los demócratas", y considerando que
IU con 12 diputados, sumados a los 47 del PSOE-A sólo suman 59, frente a
los 50 del PP, entenderá que tampoco tienen esa “mayoría reforzada”. Por lo tanto,
no cabe sino interpretar que para Susana Díaz esa página 26 del pacto con IU es
prescindible, y no tiene ninguna voluntad de cumplir el compromiso adquirido.
La pregunta
inmediata que surge es: ¿Tiene IU la voluntad de exigirlo?
Evidentemente
no lo parece. Los sillones deben ser cómodos, las empresas públicas que
controla, aunque pocas y sin muchos recursos en estos tiempos de vacas flacas,
suficientes para alimentar al que tanta hambre ha pasado durante décadas, a
esos parias de la tierra. Los asesores, los puestos de libre designación y
las posibilidades de marketing (véase Ley de Función Social de la Vivienda, Banco
Público de Tierras, Instituto Público de Crédito, y todos los Observatorios que sean necesarios, junto a otras medidas de propaganda de la economía planificada postsoviética), que
las tres consejerías ofrecen a los “compañeros de barricada”, bien valen
guardar los principios en el cajón durante un tiempo, si es que alguna vez
estuvieron fuera de él.
Por eso,
porque no podemos tener ninguna esperanza en que IU vaya a exigir nada al PSOE,
es por lo que UPyD ha decidido pedir a al menos 40.000 andaluces (aunque seguro
que serán muchos más), su ayuda para obligar a los grupos políticos con
representación en el Parlamento andaluz a retratarse.
La Iniciativa
Legislativa Popular para la Reforma de la Ley Electoral, que ha presentado UPyD
y para la que está recogiendo desde el 9 de octubre firmas en toda Andalucía,
no ha requerido un costoso “Grupo de Trabajo”, ni “comisiones de expertos con
dietas y ayudas para el desplazamiento”. Sólo ha requerido voluntad política,
un grupo de ciudadanos voluntarios y libres empeñados en mejorar la calidad
democrática de Andalucía y cero euros. Es sólo un ejemplo de eficacia, de
lo que se puede hacer cuando se dispone de convicción y ambición de país, de respeto a la ciudadanía, de
ilusión de un futuro mejor para todos: no hay mayor incentivo.
No nos cabe
ninguna duda de que ni IU ni PSOE piensan llegar a las elecciones de la mano,
unidos por este matrimonio de conveniencia; no nos cabe ninguna duda de
que han de escenificar una ruptura con cierto tiempo, si es posible con muebles
por la ventana y algún plato roto, con mucho ruido; y no nos cabe ninguna duda de
que el “desencuentro” acerca la reforma electoral andaluza es una excusa
perfecta para ello.
Si IU quisiera
regenerar la democracia andaluza no dudaría en hacer ya, sin demorar un sólo
día, lo que ha hecho UPyD en Asturias, pero no lo va a hacer, porque no es esa
su voluntad ni su objetivo. No han llegado al gobierno para cambiar la forma de
hacer política, para levantar alfombras y abrir las ventanas sino para
participar en la orgía de gasto público, para meter su cuchara, aunque corta y
pequeña, pero cuchara al fin y al cabo, en esa olla común del ajo campero de
viña. Cuchara y paso atrás, dice la atávica norma no
escrita del campo andaluz, pero por ahora, cuchara y aguante, el paso
atrás ni por asomo, que ha sido mucha el hambre pasada.
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