No pretende este modesto artículo
ser un tratado sobre clientelismo político, aunque sí provocar la reflexión
sobre sus causas y lo profundamente arraigado que está en la cultura española.
Los casos concretos suelen ser
los que mejor ilustran los conceptos. Todos conocemos decenas de situaciones de
clientelismo. Yo os voy a describir uno real aunque me voy a guardar los detalles
y datos concretos porque son innecesarios para lo que se pretende mostrar.
Imaginemos un pueblo rural del
norte de Andalucía, un pueblo pequeño, trabajador, y relativamente rico, en el
que la propiedad está relativamente bien distribuida. Rara es la familia que no
tiene su buen puñado de olivos, lo que a una gran mayoría les permite una vida
razonable, holgada, ligada a la agricultura, la producción de aceite de oliva y
a los servicios que este motor económico induce, hasta el punto que no
necesitan del turismo. Por este pueblo la guerra pasó como por
tantos otros, dejando su cruda herencia de muerte, delaciones, agravios, odios, rencores y prejuicios que heredaron los hijos de los padres y que cuarenta años de
dictadura sólo pudieron a duras penas contener. Llegada la democracia el pueblo
se dividió casi diametralmente, no en PP y PSOE, allí siguen aún hoy siendo la
derecha y los rojos o los fachas y los socialistas, según con quien te
encuentres.
En este pueblo con aproximadamente
1.500 votantes censados desde las primeras elecciones democráticas se han dado
los siguientes resultados en las elecciones locales (año 1979, UCD 62%, PSOE
34,5% y PCE 4%; año 1983, AP-PDP-UL 56%,
PSOE 44%; año 1987, AP 53%, PSOE 47%; año 1991 PP 53%, PSOE 48%; año 1995, PP
57%, PSOE 43%; año 1999, PP 50%, PSOE 33%, Independientes 18%; año 2003, PP
51%, PSOE 48%; año 2007, PSOE 52%, PP 48% y año 2011 PSOE 71%, PP 28%).
Es decir, hubo desde el año 1979
hasta el 2007 un dominio continuo de la “derecha”, que con mayor o menor
holgura tuvo la mayoría necesaria para gobernar decantando la balanza hacia su
lado. Soportó bien los años de la hegemonía de Felipe González e incluso en el
peor año, 2003, preludio de la hecatombe nacional del PP, pudo conseguir un
concejal más que el PSOE y mantener el control del ayuntamiento. ¿Qué pasó en
2007? ¿Qué los “socialistas” hicieron una muy buena campaña? ¿Qué el infausto
recuerdo de 2004 seguía haciendo mella? ¿Qué el áurea buenista de Zapatero
inundó sus hogares? Nada de eso ocurrió. Sólo pasó, créanme, que el alcalde
popular de la legislatura 1999-2003, no cumplió su palabra y no contrató como
auxiliar administrativo en el ayuntamiento a una joven miembro de una familia
del pueblo que aportaba no menos de 50-60 votos. Una familia histórica de la
derecha, de los que habían ganado la guerra, que en bloque y por pura venganza
se pasaron al otro bando. El primer alcalde socialista de la historia del
pueblo no desaprovechó la oportunidad, sus correligionarios en la diputación
provincial y la Junta de Andalucía no lo dejaron tirado e inundó el pueblo de
subvenciones, reformas de casas, cursos de formación para mujeres desempleadas,
actividades socioculturales, etc., incluso ZP echó una mano con su Plan E. Toda
la maquinaria clientelar socialista se puso en marcha con el objetivo de
asentarse en esa plaza conquistada y bien que lo hizo, en 2011 arrasó con un
75% de los votos.
Lo que ha ocurrido en este
pueblo, el clientelismo defraudado, el clientelismo reactivado, el clientelismo
bien o mal gestionado, es la historia viva de Andalucía y toda España.
Y en este mar pretende UPyD
pescar votos, y lo que es más difícil, lo pretende hacer combatiendo el
clientelismo, apelando a la conciencia crítica, al libre albedrío, al voto
reflexivo, al despertar de la conciencia ciudadana…. Nos queda hacer mucha más
pedagogía que política, pedagogía democrática elemental, la que nadie ha hecho
durante estas casi cuatro décadas. Es duro, muy complicado pero necesario. No
merece la pena ni tan siquiera tener la tentación de poner en práctica eso que
demostradamente funciona para conseguir votos, serían votos con valor numérico
pero sin valor real para cambiar todo lo que hay que cambiar, no serían el aval
de ninguna transformación.
Durante la campaña de las
elecciones al Parlamento Andaluz en marzo de 2012, fueron decenas de correos
los de empleados de las empresas públicas andaluzas que se dirigieron a
nosotros como votantes en las generales y que no entendían que planteáramos la
reducción de todo el entramado de la administración paralela, proponiendo
cerrar todas las empresas públicas que no fueran necesarias y cuya actividad
estuviera ya cubierta por el sector privado. Se trataba de andaluces de buena
fe que no comprendían que el partido al que habían votado en las generales les
propusiera en lo personal una perspectiva tan gris. Nos escribían en la
confianza de que les engañáramos y les dijéramos lo que querían oír, lo que
oyen del PSOE e IU: que ningún puesto de trabajo se iba a tocar. Querían seguir
siendo nuestros clientes, pero no hemos nacido para decir lo que es agradable
oír, sino para hacer lo que hay que hacer.
En estos días, a raíz de la
recogida de firmas para la ILP de Reforma Electoral de Andalucía, que nos está
llevando a todos los miembros de UPyD a la calle, a forzar a hablar con amigos,
compañeros de trabajo, vecinos y conocidos de política, y en mi caso, tras mi
reciente entrada en el Consejo de Dirección del partido, personalmente he
vuelto a constatar la terrible realidad ante la que se enfrenta nuestra
democracia, los frágiles pilares que la sustentan. Muchos conocidos, medio en
broma, medio en serio me preguntan: “¿Paco, y tú que sacas con todo esto?”.
Esta pregunta se repite una y otra vez, unos se atreven a formularla, otros no,
pero en sus cabezas ronda, me lo dicen sus ojos. Y cuando uno explica los
principios y las razones que nos ha llevado a tantos a complicarnos la vida, a
dedicar nuestro tiempo libre y empeñar algo más que tiempo en defender y hacer
lo que pensamos que hay que hacer como ciudadanos comprometidos, uno tiene la
certeza de que la mitad cree que les miento cuando lo explico y la otra mitad
cree que me miento cuando lo hago, que una rubia mala me ha obnubilado y que algún día despertaré y tomaré
conciencia de lo que ellos ya saben, que ninguna otra política es posible, que
los quijotes, los que buscamos Itaca cada día, nos acabaremos dando de bruces
con la realidad, esa realidad de los corderos.
Que esperen sentados. Cuanto más
profundizo, más claro tengo que no sólo es necesario, que no sólo es posible,
sino que vamos a conseguir más pronto que tarde cambiar los mecanismos mentales de esta sociedad inocentemente
pervertida por tantos años de clientelismo.
De niño no me
gustaban
los libros ni
las sotanas
ni salir en
procesión,
era tan
desobediente
como el
viento de poniente,
revoltoso y
juguetón.
En vez de
mirar pal cielo
me puse a
medir el suelo
que me tocaba
de andar,
y nunca seguí
el rebaño,
porque ni el
pastor ni el amo
eran gente de
fiar.
Como aquel
que calla, otorga,
y aunque la
ignorancia es sorda,
pude levantar
la voz,
más fuerte
que los ladríos
de los perros
consentíos
y que la voz
del pastor.
Empecé
haciendo carrera
por atajos y
veredas
muy estrechas
para mí,
y decían mis
vecinos
que llevaba
mal camino
apartado del
redil.
Siempre fui
esa oveja negra
que supo
esquivar las piedras
que le tiraban
a dar,
y entre más
pasan los años,
más me aparto
del rebaño
porque no sé
a dónde va.
(José
Domínguez Muñoz “El Cabrero”)
1 comentario:
Magnifica reflexión, muy grafica de lo que representa este partido y sobre todo de lo que no quiere ser. Un motivo más para no esperar un camino fácil, pero también un motivo más para mantener la determinación de lo que nos une.
Publicar un comentario